De camino a mi casa, me encontré con un señor moribundo, arrojado en el suelo, con un olor no muy agradable. Las personas le pasaban por encima, como si el fuera invisible. Yo me le acerco al señor y le pregunto si esta bien y que si necesitaba algo, él me extendió su mano y me dijo que si le podía dar un poco de Dinero.
Yo le constaste que no le podía dar Dinero, que lo podría ayudar otra cosa, él me miro y sus estomago tronaba del hambre y me pido que si le puedo dar comida. Yo lo ayude a levantarse y fuimos a comer a una cafetería, Mientras comíamos, todos nos miraban, y me criticaba de cómo era capaz de darle comida a ese mendigo sucio y mal oliente.
Pero nada de eso me importo, porque cuando vi a este señor disfrutar tanto de esa comida, mi corazón se llenó de alegría y surgió en mi un sentimiento que yo desconocía. En ese instante aprendí una lección, a veces nosotros nos quejamos tanto por cosas que son tan insignificante, que no valoramos lo que tenemos.
Cuando el Señor termino de comer, se levanto para despedirse y me dio las gracias, y lo mucho que me agradecía por darle ese plato de comida. Me contó que tenia una semana sin comer y que cuando yo llegue a donde el, en ese instante él le pedía a Dios que alguien viniera en su auxilio.
Cuando se había ido, viene un hombre bien vestido detrás de mí, toma mi mano y dice:
Ni ojos han visto, ¡ni oídos han oído lo que Dios ha preparado para ti, pues lo que Dios ha guardado para Tu vida es mucho más grande que puedes imaginar!
Lo que paso ahí no estuvo explicación, lloré como si no hubiera mañana.
Dios va Hacer un milagro en tu vida hoy. Dios te dará, mejores empleos y toda la felicidad del mundo, si pide con Fe al igual que ese pobre moribundo. Amen.
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